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Los datos claman al cielo y contrastan con la ceguera o la indiferencia ante la reivindicación de una mayor justicia para las mujeres.

Menos del 13% de las personas que poseen tierras agrícolas son mujeres ¿Las consecuencias? Menos seguridad de ingresos, menor poder desición en hogares y comunidades, acceso limitado a los insumos, las semillas y al crédito. Si más de la mitad de todas las mujeres rurales pobres en el mundo no están alfabetizadas, ¿cómo acceder al empleo, a tomar mejores decisiones y vivir una vida plena?

La relación entre hombres con empleo y población se ubicó en un 72,2 por ciento, mientras que esa relación entre las mujeres fue del 47,1 por ciento. En todo el mundo, las mujeres ganan menos que los hombres. En la mayoría de los países, las mujeres en promedio ganan sólo entre el 60 y el 75 por ciento del salario de los hombres.

Las mujeres dedican entre 1 y 3 horas más que los hombres a las labores domésticas; entre 2 y 10 veces más de tiempo diario a la prestación de cuidados a los hijos e hijas, personas mayores y enfermas, y entre 1 y 4 horas diarias menos a actividades de mercado.

Desde el Evangelio, justicia y cuidado, equidad y reciprocidad, gratuidad y abundancia de corazón son inseparables. Sin embargo, la experiencia de millones de mujeres es la de vivir junto con varones en mundos separados. Los informes de los organismos de Naciones Unidas revelan que en cifras globales las mujeres son mucho más generosas con su tiempo que los varones. Las mujeres realizan una gran cantidad de trabajo no remunerado en favor de la comunidad. Es la experiencia de la desigualdad, de la diferencia convertida en subordinación.

En todo el mundo y en todas las culturas las mujeres han tenido y siguen teniendo como prioridad y responsabilidad las actividades cotidianas que hacen posible la supervivencia humana. Por eso, en todas las civilizaciones, el auténtico poder de las mujeres, que todavía no ha sido ni es suficientemente reconocido, es el de haber sido arquitectas de lo más humano en la persona. Ellas han sido y son las principales constructoras de dignidad humana y de comunidad.

¿Cómo podemos reorganizar las redes de trabajo doméstico y de cuidado? Con políticas y servicios públicos de cuidados como los jardines maternopaternales en lugares de trabajo, coberturas para personas con discapacidad y adultas mayores, igual salario por igual trabajo, extensión e igualación de licencias y políticas de tiempo de trabajo flexible para varones y mujeres, entre muchas otros derechos que los Estados deben garantizar.

Fundación Hora de Obrar y SEDi, junto con el Foro ACT Argentina, impulsan el proyecto «Nos Contamos» para contribuir a una vida libre de violencias.

Datos: https://www.unwomen.org/es/what-we-do/economic-empowerment/facts-and-figures
Texto basado en: Lucía Ramón (2011)
Imagen: Ailen Possamay

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