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En la apertura del Segundo Encuentro Sinodal, más de 120 mujeres de Argentina, Uruguay y Paraguay alzaron su voz contra las violencias que persisten en la sociedad y también dentro de las comunidades de fe. Un llamado a sanar, transformar y no callar.

El Instituto Línea Cuchilla en Ruiz de Montoya, se llenó de voces y abrazos al ritmo del reencuentro. Desde los siete distritos de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, más de 120 mujeres de Argentina, Uruguay y Paraguay comenzaron a llegar desde temprano para dar inicio al Segundo Encuentro Sinodal de Mujeres de la IERP, un espacio de espiritualidad y compromiso con la justicia de género.

La primera jornada cerró con un devocional en el que se conmemoró el Jueves de Negro, una campaña global del Consejo Mundial de Iglesias que denuncia la violencia sexual y de género y convoca a resistir desde la fe, la memoria y el compromiso activo. 

La coordinadora de la CoProMu, Eduvigen Schebela, abrió el devocional con palabras de aliento: “Nos reunimos como hijas de Dios para reafirmar nuestro compromiso y esperanza en la construcción de un mundo más justo, seguro y libre de violencia”.

El Salmo 65 fue proclamado como una afirmación de fe en un Dios que responde “con prodigios de justicia”. Así, la pastora Cristina La Motte compartió la reflexión sobre un Dios que no se desentiende del clamor del pueblo, que escucha la oración y riega la tierra con abundancia: “Las colinas se adornan de alegría; las praderas se visten de rebaños y los valles se cubren de trigales entre gritos de júbilo, y canciones”.

A continuación, la pastora Estela Andersen compartió la reflexión central del devocional: la historia de Tamar, narrada en 2 Samuel 13. El relato crudo de la violación de Tamar por parte de su hermano Amnón abrió un espacio de silencio denso, de esos que hablan por sí mismos. “La violencia contra la mujer ha permanecido en silencio por siglos”. Pero en el relato bíblico, como en la vida, el silencio no es sinónimo de olvido. “Ella se fue gritando”, se remarcó. Tamar rompe el vestido y se cubre con ceniza. 

Su dolor hizo público lo que se pretendía encerrar con llaves. A lo largo del análisis, surgieron preguntas inquietantes: ¿cuántas mujeres, como Tamar, son obligadas al silencio? ¿Cuántas veces el sistema, la familia o incluso nuestras iglesias han cerrado la puerta tras ellas? “No digas nada”, le dijo Absalón a su hermana. David, el rey, “a pesar de enojarse mucho, no actuó”. La indiferencia de los poderosos también es violencia.

Loriane Pereyra fue la encargada de guiar la oración comunitaria y sus palabras resonaron con fuerza en el corazón del auditorio: “Clamamos por la erradicación de todo tipo de violencia contra las mujeres en nuestras iglesias y en nuestra sociedad”, y también: “Danos la valentía para alzar nuestras voces contra la injusticia y para trabajar incansablemente por un mundo donde todas las personas, sin importar su género, puedan vivir con dignidad, respeto y oportunidades iguales.”

La campaña Jueves de Negro, impulsada por el Consejo Mundial de Iglesias, bebe de múltiples fuentes de resistencia: las Madres de Plaza de Mayo en Argentina, las Mujeres de Negro en Medio Oriente, las luchas de mujeres en Bosnia, Ruanda y Sudáfrica. Y ahora también, de las mariposas que volaron este jueves en Ruiz de Montoya.

El gesto litúrgico fue tan sencillo como poderoso: cada mujer fue invitada a depositar simbólicamente en un capullo sus dolores, experiencias o duelos, y a prenderse una mariposa negra, símbolo de resiliencia, libertad y transformación. En este acto, el dolor no quedó encerrado: se transformó en memoria visible, en fuerza compartida.

La bendición franciscana, leída por Deborah Cirigliano Heffel, cerró el devocional con palabras que conmueven y empujan a actuar: “Que Dios te bendiga con la ira frente a la injusticia, la opresión y la explotación de la gente, para que puedas trabajar por la justicia, la libertad y la paz (…) Y que Dios te bendiga con suficiente locura, para creer que tú puedes hacer una diferencia en este mundo, para que tú puedas hacer lo que otros proclaman que es imposible.”

Así terminó la primera noche del encuentro: con las mariposas revoloteando en el pecho, la Palabra latiendo en el cuerpo y el compromiso renovado en cada paso. La jornada siguiente traería talleres, más devocionales y aprendizajes colectivos. El espíritu está encendido y como decía el canto que acompañó el final:  “Yo soy quien te manda: no temas, camina conmigo.” 

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