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El río Paraná se está secando. Algo nunca visto hasta hoy y que afecta la vida de millones de personas. En un contexto de alerta por el impacto del cambio climático a nivel mundial, nos vemos desafiados y desafiadas a hacernos muchas preguntas. ¿Qué relevancia tiene la crisis hídrica de la cuenca del río Paraná? ¿Cuál es el pronóstico para los próximos meses? ¿Qué relación tiene con otros desastres naturales relacionados como la deforestación y los incendios? ¿Cómo podemos ser parte de la solución?
Foto: Sebastián Lopez Brach

Autores:  Nahuel Gravano, Romario Dohmann y Guido Forsthuber

El Río Paraná, ¿la bajante llegó para quedarse?

En las sociedades modernas actuales hemos alcanzado niveles de desarrollo tecnológico, comunicacional y productivo nunca antes vistos. Recientemente empresarios privados han viajado al espacio por primera vez sin el apoyo de las grandes agencias espaciales estatales. Sin embargo y al mismo tiempo, como sociedad global comenzamos a ver, sentir y sufrir en carne propia las consecuencias del cambio climático en diferentes puntos del planeta. Ejemplo de ello son las grandes inundaciones que afectan a vastas zonas de Europa y Asia, el deshielo en diferentes cadenas montañosas con la consecuente pérdida de glaciares, la contaminación de los océanos, la deforestación masiva de las selvas tropicales y así podríamos enumerar muchos casos más. 

Esta situación nos pone al borde, no sólo de situaciones límites para las condiciones de vida de la población en general, sino que también, nos acerca a la disyuntiva de qué hacer con semejante desarrollo alcanzado: esta pregunta es más bien un borde ético. Nos invita a pensar y repensar los modelos de sociedad en los que vamos a vivir los próximos años, pero no sólo eso. Nos invita a pensar el futuro, pero sobre todo, el planeta que le vamos a dejar a las generaciones siguientes.

Particularmente en Sudamérica estamos atravesando una situación que es realmente histórica: la bajante del Río Paraná. El mismo recorre unos 4880 kilómetros a través de Brasil, Paraguay y Argentina y es el segundo más importante de la región, sólo después del Amazonas. El Paraná a su vez, es parte de un sistema hídrico aún mayor, que es la Cuenca del Plata. A la misma se incorporan otros grandes ríos como el Uruguay y el Pilcomayo, que suman a esta lista de países a Uruguay y Bolivia.

El Paraná y la Cuenca del Plata ocupan el área más poblada e industrializada de América del Sur, y el río vincula, a su vez, las dos mayores áreas económicas del subcontinente: por un lado, el Estado de São Paulo, en el norte y, por el otro, el eje fluvial industrial Santa Fe-La Plata en el sur. Esto le otorga al río una gran importancia estratégica tanto a nivel político como económico y lo convierte en la principal vía de integración del Mercosur. En la extensión la Cuenca del Plata, entre los 5 países, y tomando en cuenta sólo los estados y provincias vinculadas a la misma, habitan aproximadamente 101.652.965 seres humanos.

760 días de bajante histórica

Foto: Sebastián Lopez Brach

El río Paraná está sufriendo una bajante histórica sin precedentes desde 1944. En aquella oportunidad, el nivel alcanzado por el río fue igual de bajo, pero su duración en el tiempo fue breve. En la actualidad, hay un panorama desalentador, ya que los pronósticos para finales de 2021 auguran falta de lluvias. Por ello, se espera que la escasez del caudal del río continúe, e incluso se agrave, con el correr del tiempo. Al 30 de agosto de 2021 ya vivíamos una bajante récord de 760 días.

Hasta el mes de septiembre se pronostica déficit de agua en la región, pero hay indicios suficientes que hacen pensar que en noviembre y diciembre comience a formarse la Niña. Es decir que la sequía que se viene sufriendo hace dos años, tiene altas probabilidades de continuar en el verano. En ese sentido, los fenómenos climáticos están siendo alterados debido al calentamiento global, ya que no se está registrando una alternancia entre “El Niño” y “La Niña” y esto genera drásticos cambios en el clima. Esta situación afecta también a las especies que viven en los ríos, ya que no tienen espacio donde moverse y que a futuro puede afectar su reproducción.

No es una bajante, no es una sequía: es la deforestación

El agua tiene su propio ciclo hidrológico y en América del Sur ha sido dañado irreversiblemente. La vitalidad y permanencia de ese ciclo tiene directa relación con los cursos de agua y los bosques nativos circundantes. El Río Paraná, que experimenta su menor nivel en casi 100 años, integra ese sistema, afectado por el desmonte, el agronegocio y las políticas gubernamentales. 

¿Coincidencia o casualidad? 

El problema de la deforestación en Sudamérica no es una novedad, sin embargo desde el comienzo del Siglo XXI, la expansión de la frontera agropecuaria es una realidad que ha convertido a esta región del mundo en un “desierto verde” de más de 54 millones de hectáreas, donde la producción de alimentos modificados genéticamente es la norma y la disposición de todos los recursos se dirige a facilitar el crecimiento constante de lo que las grandes multinacionales llaman con orgullo “La República Unida de la Soja”. Según datos de la FAO, anualmente América del Sur tuvo una pérdida neta de bosques de 2,6 millones de hectáreas durante el período 2010-2020.

En el plano de la competencia entre las diferentes actividades económicas, la expansión del monocultivo en la región ha desplazado a la ganadería y ha modificado sustancialmente dicho negocio. En primer lugar, parte del modelo productivo ganadero ha sido desplazado de las zonas ahora cultivables hacia regiones menos pertinentes para su desarrollo y ha generado que se asiente sobre territorios más frágiles en el aspecto ambiental, como podrían ser los humedales y la selva Amazónica, o directamente sobre territorios de comunidades nativas con todo el impacto cultural, social y de recursos que ello conlleva. De esta manera, no sólo se afectan directamente los bosques y selvas, sino que la expansión del agronegocio indirectamente impacta en la naturaleza de otras bio-regiones al desplazar actividades económicas. Como consecuencia, los riesgos de inundación se han incrementado notablemente debido a que la capacidad de absorción del agua por parte de los campos sembrados no solo es menor comparativamente con los bosques sino también contrastando con las pasturas naturales.

Vaya paradoja que nos trae el cambio climático y la depredación humana: se incrementan los riesgos de inundaciones en zonas que ven cómo sus ríos más caudalosos van secándose paulatinamente.

Nuestras acciones

Ante esta situación de suma gravedad, desde la Fundación Protestante Hora de Obrar sostenemos que es indispensable realizar acciones de mitigación para afrontar este presente y futuro. Ejecutamos proyectos de reforestación en los territorios antes mencionados con la meta de sumar en 2 años 180.000 árboles nativos a la selva actual, lo equivalente a 300 hectáreas. Es un importante aporte para recuperar las fuentes de suministros de agua, proteger el bosque nativo que resguarda los bordes de arroyos y nacientes de agua, así como también preservar la biodiversidad, el suministro humano y el desarrollo agropecuario.

Es por eso que mientras que buscamos fortalecer nuestro vínculo con las redes y organizaciones que están realizando acciones de incidencia para mejorar las acciones de preparación, prevención y mitigación de los desastres mencionados, queremos reforzar nuestra apuesta por tomar acción directa a través de la reforestación. 

¡Llevamos 65.000 árboles plantados! Y queremos darle aún mayor impulso al proyecto “Crece Selva Misionera” y aumentar el impacto esperado para este año. Nos proponemos llegar hacia finales de 2021 a 100.000 árboles plantados.

Para eso queremos contar con su valioso apoyo. Si quiere ser parte de la solución, comuníquese con Guido Forsthuber a desarrollo@horadeobrar.org.ar

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