Latinoamérica es la región más desigual del mundo y cada 20 de febrero es una oportunidad para reflexionar sobre esta realidad y abogar por cambios que aborden las raíces de la injusticia.
En el contexto latinoamericano, la desigualdad económica y social sigue siendo uno de los principales desafíos para la justicia social. Según el Banco Mundial, América Latina es la región más desigual del mundo en términos de distribución de la riqueza y de la tierra. En países como Argentina, Uruguay y Paraguay, la brecha entre ricos y pobres sigue siendo muy amplia y se amplía cada año, lo que impide el acceso a oportunidades y recursos para muchas personas.
Esta realidad se ha profundizado en todo el mundo con la pandemia, los desastres naturales resultantes de la aceleración del cambio climático, las tensiones geopolíticas y los conflictos armados.
Las personas más vulneradas no tienen acceso a tierra y riqueza, a la educación y la salud, lo que perpetúa la pobreza, la exclusión y la discriminación. La falta de políticas públicas efectivas para abordar estos desafíos también es un problema.
Desde una perspectiva cristiana y protestante el Evangelio nos llama a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos y a luchar por la justicia y la ampliación de derechos. En este sentido, la justicia social no es solo un tema político o económico, sino también un mandato ético.
Las estructuras sociales y económicas que perpetúan la desigualdad deben cambiar. Y también es necesario trabajar para cambiar nuestras propias actitudes y prejuicios. En el Día Mundial de la Justicia Social, recordemos que todos y todas tenemos un papel que desempeñar para construir un mundo más justo y equitativo para todas las personas.
En Fundación Protestante Hora de Obrar trabajamos por el desarrollo social y ambiental desde una perspectiva de fe protestante. Esta mirada nos llama a luchar por la justicia social y a trabajar por un mundo más justo y equitativo. ¡Sumate!
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