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Compartimos un nuevo aporte para la diaconía comunitaria basado en Éxodo 14,8–14.19–23.28a–30a; 15,20–21. «Recordar la pascua anima a las personas a seguir creyendo en la vida de la creación por encima de la muerte en todas sus formas, en la libertad por encima de la imposibilidad de poder elegir y decidir, en un nuevo comienzo por encima de la derrota y de la entrega.»

Por Pastor Jorge Weishein

Estimadas hermanas y estimados hermanos, quiero invitarles a descubrir, reconocer y recordar la pascua y la resurrección a la vida nueva de la mano con nuestro buen Dios.

Los relatos de la pascua, el pasaje de la opresión como esclavos a la liberación como hijas e hijos de Dios es LA historia fundante del pueblo de Israel, pero también de la fe en Yahvé, el Dios padre que nos trajo Jesucristo con su evangelio, y junto con el padre, la rúaj, ese viento divino que opera de la mano con Dios ordenando todo lo que la injusticia y la muerte desordenan.

Resulta difícil descubrir pascuas en medio nuestro. Las pocas pascuas que los pueblos del sur global clamaron y soñaron se vieron frustradas por guerras y dictaduras. La dureza de corazón de gobiernos violentos siguió su curso, intacta en el tiempo. La historia de América Latina es una historia de zarzas ardiendo y de pueblos con días de camino avasallados por carros egipcios. Las zarzas ardiendo no despertaron más que alarmas y fueron prontamente apagadas. La historia nos confronta con la contradicción de nuestra fe y nuestros intereses en este mundo.

El relato de la pascua de Israel es una historia, descubierta hace muchos años como un acontecimiento fundacional, reconocida como una experiencia central para sus vidas de fe y recordada, año tras año, desde hace siglos, para mantener viva la memoria de una liberación que les devolvió la vida.

Descubrir la pascua. Este descubrimiento tiene varios aspectos. Un descubrimiento clave es el momento, el lugar, la oportunidad y las circunstancias, para cambiarlo todo. ¿Salir por dónde, por el norte, por el este, por el sur? ¿dónde está el paso más seguro? ¿En qué momento? Esto al pueblo de Israel le llevó años y años hasta conocer el terreno. El mar de los juncos por donde atraviesa el pueblo de un lado al otro, es un terreno anegadizo, que implica tener que esperar la bajante de la marea. El pueblo necesita toda la noche para pasar de un lado al otro. El pueblo necesita de un guía, de un líder que conozca el terreno, que tenga la capacidad de contener y sostener al pueblo durante la travesía. Las tropas quedan atrapadas y atascadas, y son abatidas (Ex 15; Dt 11, 4; Jos 24, 7). A la mañana, la marea envuelve al ejército, cerrando sus aguas por encima de ellos.

Reconocer la pascua. Este reconocimiento tiene enormes contradicciones en el proceso. Los riesgos son muchos, la falta de seguridad es absoluta, solamente es sostenible a través de la fe. Nada más. Nadie puede saber excepto Dios si todo esto va salir bien, o no. El pueblo estigmatizado durante siglos, aceptando con normalidad su condición de esclavos, hasta que la memoria de unos pocos, trae al pueblo a la fe y a la esperanza de una nueva vida, libres y en tierras propias, para volver a empezar una nueva vida.

Los miedos de morir en vano, de terminar siendo alimento para animales carroñeros en el desierto, la falta de comida y bebida, la diferencia enorme de poder ante los otros pueblos organizados y armados, todo esto es parte del camino, además de la fe en la guía de Dios. Lograr reconocer esta presencia de Dios en medio de todo lo que están viviendo, en el momento, resulta contradictorio, son demasiadas preguntas para tener una certeza. El reconocimiento crece con el tiempo, con los años, a medida que el futuro va tomando forma, memoria mediante, descubriendo cómo fueron pasando las cosas y todo lo que fueron viviendo mientras tanto. El reconocimiento nace a fuerza de testimonios de fe y de memorias de vida, contadas de boca en boca.

Recordar la pascua. Recordar es volver a poner en el corazón, aprender de la memoria y de las historias de fe. Recordar la pascua de liberación tiene el aliciente de recordar que es posible salir de la opresión y de la muerte. Recordar la pascua es volver a afirmar que la vida es más fuerte que la muerte. Recordar mueve a la alegría y a la fiesta. El recuerdo es el canto de María celebrando la obra de Dios. Una vez liberado el pueblo solamente puede entender lo vivido como obra de Dios. Haber superado la asimetría de poder y haber atravesado la dimensión de las adversidades vividas, solamente puede explicarse desde la fe mediante la guía de Dios con su luz y la fuerza del espíritu de Dios moviendo la naturaleza a favor de su pueblo.

Recordar la pascua es poner la historia en el plano de las emociones más profundas. Recordar la pascua mueve a las lágrimas y a las más profundas esperanzas y convicciones. Recordar la pascua tiene consecuencias inimaginables en la fe y en la esperanza de quienes la celebran. Este recuerdo anima a las personas a seguir creyendo en la vida de la creación por encima de la muerte en todas sus formas, en la libertad por encima de la imposibilidad de poder elegir y decidir, en un nuevo comienzo por encima de la derrota y de la entrega.

La liberación requiere de descubrir en nuestra historia las búsquedas de transformación social, de superación de las injusticias, de construcción de igualdad, de erradicar las injusticias. Descubrir implica hacer un ejercicio de historia. La historia suele ser una materia con poca prensa porque bastan algunas imágenes, testimonios y relatos para poner en evidencia cómo estamos viviendo. La historia pocas veces resulta en una experiencia satisfactoria. Pocas veces escuchamos, leemos o recuperamos historias que nos produzcan alegría, paz y felicidad. Sin embargo, sin este ejercicio es imposible poder caminar las nuevas pascuas a las que Dios nos llama en nuestros días y en este tiempo de la historia.

La liberación implica reconocer en nuestra historia nuestros aciertos y nuestros errores, nuestras búsquedas y desencuentros. Reconocer es necesario para reconocernos siempre como personas falibles, con miedo y con fe, con frustraciones y con esperanza. Todo eso que somos y que reconocemos en nuestros antepasados nos sigue constituyendo. No somos mejores, tendremos un poco más de información y recursos, pero mejores no somos. El reconocimiento nos confronta con nuestras posibilidades y nuestros imaginarios, pero sobre todo con todas aquellas circunstancias que nos impiden vivir plenamente y desarrollarnos plenamente como personas, como familias, como pueblo.

La liberación nos llama a recordar el verdadero sentido de la vida. ¿Qué nos mueve a vivir en este mundo? ¿Qué es lo que todavía vale la pena? ¿Qué es aquello por lo cual estamos dispuestos a arriesgar nuestras vidas porque de ello dependen nuestras propias vidas de todos modos? El recordar nos convoca de cuerpo y alma, con todas nuestras fuerzas y convicciones a buscar en nuestra memoria cuáles son nuestras bases y fundamentos.

Recordar la pascua es un proceso de conversión porque la memoria pasa por el cuerpo y por cada una de las pascuas vividas y revividas a lo largo de la historia personal, familiar, popular, global. Todas las personas estamos constituidas de un montón de pascuas. ¿Qué pascuas recordamos? ¿Cuántas pascuas han vivido nuestras familias, nuestros pueblos, nuestro mundo? Recordar la pascua es un acto de subversión que vuelve a poner en valor el carácter transitorio de los logros humanos, siempre pasibles de cambios, los necesarios para hacer la vida más digna, más justa, más igualitaria, más libre.

La celebración de la pascua, la que Jesús mismo revive con su historia y con su cuerpo, para volverse comunidad y promesa, es la pascua a partir de la cual la comunidad cristiana llama a la conversión para una vida nueva y plena con toda la creación. 

El mundo tiene alrededor de 3,9 mil millones de hectáreas de bosque, y hace décadas cada año se deforestan unos 13,7 millones de hectáreas de árboles, productores del 20% del oxígeno del planeta. El mundo arroja cada año 13 millones de toneladas de plástico que termina matando (el fitoplancton de) los océanos, productores del 80% del oxígeno del mundo.

Unas 70 mil mujeres son asesinadas cada año en el mundo, desde hace décadas, sin más razones que ser mujer y por estar en situación de desventaja frente a los varones. Unas 50 de cada mil mujeres entre 14 y 19 años en el mundo son madres desde hace décadas sin mediar consentimiento ni proyectos de vida.

La inviabilidad de la vida humana en el planeta en el corto plazo y las condiciones absolutamente violentas en las que viven las mujeres en el mundo arden ante nuestros ojos, llamando a una nueva pascua en el mundo.

Dios nos invita a descubrir nuestras historias, reconocer que se está haciendo, y a recordar el sentido de nuestra vida en el mundo. En medio de una pandemia global letal, vivimos un tiempo de cambios, seamos el cambio que Dios espera de sus hijas e hijos. Felices Pascuas. Amén

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