Con el apoyo de la Fundación Hora de Obrar y el INTA, niños, niñas y jóvenes de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata cultivan árboles nativos, alimentos orgánicos y, sobre todo, el compromiso ambiental. En 2025, el proceso dio un paso más: los árboles germinados fueron plantados en el predio recreativo de los Bomberos Voluntarios de Montecarlo.
Un invernadero, construido a principios de 2024, marcó el inicio de talleres y capacitaciones orientadas a la producción de árboles nativos, alimentos orgánicos y al fortalecimiento de la conciencia ambiental.
El proyecto “Cuidemos la Creación” nació como un sueño compartido por la congregación de Montecarlo de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata en Misiones. El impulso inicial vino con el acompañamiento técnico del INTA y el apoyo del Programa de Promoción para el Cuidado de la Creación de la Fundación Hora de Obrar.
La ingeniera forestal Doris Bischop, referente del INTA, fue una de las impulsoras de esta propuesta: “queríamos combinar el cuidado del medioambiente con la producción de alimentos saludables, involucrando a las familias y, sobre todo, a los y las jóvenes. Este vivero es la materialización de ese sueño”, señala.
Durante el proceso, niñas, niños y adolescentes participaron activamente en todas las etapas: germinaron los plantines, los regaron, los trasplantaron y cuidaron en el vivero de la iglesia, donde también se mantiene una huerta comunitaria.



Un año después, quienes forman parte del grupo de confirmación realizaron una jornada de plantación de esos árboles en el complejo de los Bomberos Voluntarios de Montecarlo, con el compromiso de regresar para regarlos y seguir su crecimiento.
“Cada chico eligió el árbol que quería plantar, investigó sus propiedades y preparó un cartel con su nombre y el del árbol. Hoy los plantaron, colocaron los carteles y se comprometieron a volver para cuidarlos. Para ellos, es una experiencia transformadora”, relata Doris.
Entre las especies plantadas se encuentran frutales nativos como pitanga, guavirá, cañafístola, siete capotes y también ejemplares de palo rosa. “Queremos que los chicos reconozcan los árboles nativos, valoren su aporte y comprendan los tiempos de la naturaleza. Hay árboles que tardarán años en dar frutos, pero ellos ya saben que cuidar la vida es un compromiso a largo plazo”, agrega.
Jorge Buschiazzo, pastor de la congregación, destaca el valor pedagógico y espiritual de esta propuesta: “desde la catequesis con los más pequeños hasta los talleres de confirmación con adolescentes, todos participan de este programa. Germinan, trasplantan, cultivan, aprenden sobre las plantas y también motivan a sus familias. Estamos educando desde los hijos a los padres: son los chicos quienes hoy contagian a sus familias el compromiso con el cuidado de nuestra casa común”.
El proyecto ha demostrado ser mucho más que una iniciativa ambiental. Las familias han replicado las prácticas en sus hogares, y la comunidad local se ha sumado a las actividades. “El objetivo es que este vivero no solo beneficie a nuestra congregación, sino que sea un recurso para toda la comunidad de Montecarlo”, señala Mateo Fischer, referente de proyectos ambientales de la Fundación Hora de Obrar.
La espiritualidad también tiene un espacio en este proceso. Una de las tradiciones que más conmueve a la comunidad es la entrega de un árbol a cada joven que se confirma. A partir de ahora, esos árboles serán producidos en el vivero de la iglesia: “es un símbolo hermoso. El árbol crece junto con su fe y es una manera de recordarnos el vínculo con la creación”, explica Irina Lorenz, joven referente del grupo.
Los resultados ya son visibles: plantines de especies nativas, flores ornamentales, huertas comunitarias y ahora también árboles creciendo en un espacio público, cuidados por sus propios sembradores. Más aún, se trata de un modelo de educación ecológica, basado en la experiencia, la espiritualidad y la participación intergeneracional.
Para Doris Bischop, el impacto va más allá de lo técnico: “este proyecto nos ha unido como comunidad. Vemos a los chicos más comprometidos, a las familias involucradas y a una iglesia que transmite con acciones el mensaje de que la creación es un regalo que debemos cuidar entre todos”.
